dimecres, 30 de juny del 2010

detalls II

De tu paseo por la ciudad no quedará nada cuando te hayas ido. Una vez que tu no estés, las hojas se acumularán en los caminitos del parque, y sólo los árboles serán testimonios de la función que hacías con tus pies. Nadie más colocará las cortinas para sacar fotografías a la textura de las montañas, ni prenderá una vela y se olvidará de ella. Y el agua. I l'aigua. Y la ropa tendida. I la roba estesa. Y las listas de películas, y las compras por hacer, los dibujos y los papeles que no son más que símbolo de lo vivido. I la nostàlgia. Y la suerte de pendientes que sólo combinan con tu cara, y los aviones que coleccionas. Serán testimonio de todo ello los balcones azules, que se inmovilizan, como en clandestinidad, cada vez que les miras. De tu paso por la ciudad sólo se acordarán tus canciones, y todas las letras de esta historia que todavía está por escribir.

dimarts, 29 de juny del 2010

detalls I



dimecres, 23 de juny del 2010

De la A a la Z

diumenge, 20 de juny del 2010

"lindo país esquina con vistas al mar"

Mientras la nieve se aposenta, como si de una rutina se tratse, sobre la cordillera imperial, las estufas de las casas se alegran porque recuperan, un año más, su protagonismo. Las calles, y las hormiguitas, se disfrazan de bandera, y animan con el "CHI-CHI-CHI-LE-LE-LE, VIVA CHILE" la selección del deporte más empresarial del mundo. Las postales, los pañuelos, las fotografías y todos los objetos que parecen contribuir a la configuración de una dejan su valor original de lado para resemantizarse y representar, ahora, colores y formas. Y, mientras esa una encuentra, camina, escribe y se equivoca, los colores se recontextualizan una y otra vez y los dichos populares no paran de coleccionarse en su libreta azul.
I faré un cal·ligrama a l'estil Apollinaire i hi escriuré una de les frases més boniques d'aquesta setmana.

dilluns, 7 de juny del 2010

Me llaman calle.

El cartellismo puede convertirse en una afición, y cuando esto sucede la culpa recae, sin duda, a la abundante existencia de carteles en las concurridas calles de la apreciada capital.

Los carteles pueden ser, como todo hoy en día, bonitos y feos. Pueden ser largos, verticales, anchos, delgados, horizontales, coloridos o fomes. Pero está claro que en Chile – en los murales – informar es lo obvio y, quizás por esto, muchos lo olvidan, y lo dejan atrás. Parece que lo principal es insertar en el cartel las tipografías más extraordinariamente extrañas, colocadas de manera indistinta en horizontal o en vertical, e incluso en forma circular. Y (in)comprensible e (in)necesariamente aliñadas con las dichosas fotografías photoshopeadas para que sean lo más distinto posible de la realidad.

No obstante, es transcendente resaltar la esencia de estos murales callejeros, es decir, lo que desprenden, porque seguramente aquí es donde se encuentra su estética. Puede que no informen de forma directa y clara, pero colorean y ritmatizan las calles del Santiago que podría llegar a ser gris. Además, el cartellismo conlleva el andar siendo consciente, propone el desplazarse entretenido, llenando – como por sorpresa – todos los días de posibles planes. Sin duda, los carteles son parte de la cotidianeidad y dan por hecho la necesidad social de los extraterrestres que somos, hasta tal punto que una no sabe cómo se va a informar cuando ellos no estén. Ay, ay, ay.

dimecres, 2 de juny del 2010

En la isla






El mar. La libreta azul con motivos musicales se había llenado de polvo debido a su no-uso. La señorita de las postales se había dejado vencer por un tal reloj y su rapidez y por las decenas de telarañas cotidianas. Y las olas del mar. Además, sus lápices habían desaparecido sin dar explicación alguna de sus lugares habituales, de manera que su desplazamiento hacia otros espacios más concurridos había impedido a la señorita-postal arrastrarlos para acompañar a la libreta azul. Así, en medio de una cotidianeidad imprevista – ¡e imperdible! –, los que habían sido durante algunos meses compañeros de viaje, se habían esfumado discreta y, seguro, - y también - necesariamente. Con el sonido del mar.


Aun así, la obsesionada con las fotografías espaciales no olvidó pasearlos hasta Chiloé, donde no se perdieron los paisajes impresionistas y las mitologías de cuento. Y el aire del mar. En la isla pre-patagónica los instantes se miden por la intensidad de la luz, y esta explica, junto con el carácter del clima, la creación de cientos de mitos y leyendas que no dejan indiferente. Y la forma del mar. De hecho, el Trauco, la Fiura, el Invunche, el Caleuche y muchos más pasaron a ser parte de la vida chilota, consiguiendo una credibilidad más que sorprendente. Además, las más de 250 iglesias de madera construidas por los jesuitas (de las cuales 16 son patrimonio de la humanidad) contribuyen en la (re)creación de esta idea de isla-cuento-magia que Chiloé desprende. Sin tocar el mar.

La señorita de las postales ha imaginado, como no, la imagen ideal para el viaje que tanto polvo le ha permitido sacar a aquello que estaba quedando olvidado y que ha sido, sin duda, protagonizado por la transparencia del mar.