dilluns, 22 de febrer del 2010

Con-ciencia

En Santiago, cuando uno quiere reciclar sólo puede conservar las chelas -cervezas- ya vacías e ir a la botillería a pedir unas de frías, y llenas, por un descuento de 200 pesos. Así, ellos se benefician porqué cobran por conseguir tener vidrio vacío y uno se piensa que contribuye, almenos un poco, con la consciencia ecológica que tan poco existe en Latinoamérica.
En el edificio, uno contribuye separando las botellas de la basura, que se acumula día a día en las calles de todo tipo. Representa que diferenciando vidrio y restos el trabajo ecológico está hecho.
En el fondo, no se trata de ver el avance de Europa o de USA en lo que a la ecología se refiere, sino a darse cuenta de cómo unos y otros focalizan e interfieren en las conductas del personal ovejas que convivimos en sociedad.
De hecho, el otro día, retornando -ecológicamente- las chelas vacías a la botillería, el amigo vendedor casi que nos felicitió para dedicarnos a devolver dichas botellas. Unas horas después, en el supermercado, los chicos que se dedican a llenar bolsas de plástico con los productos comprados por uno (y que se ganan el sueldo a través de las propinas), me miraban extrañados. Llevando la bolsa de ropa, siendo ecológica, les estaba quitando su empleo.

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