divendres, 8 de gener del 2010

Capítulo 5- "No prefiero lo malo conocido, sino lo bueno por conocer"

El día 7 (ayer) fue un día de viaje en grupo. Ivet y Beñat llegaron en la mañana a Buenos Aires, y ellos fueron mi simpático despertador. Hacía más de un mes que no veía Ivet y fue genial poder juntarnos en la que dice ser la ciudad del diseño. Recorrimos Palermo y Recoleta, dos barrios que no quería dejarme y que, sinceramente, no me impresionaron demasiado (¡continuo esperando demasiado de las ciudades!).
Estuvimos todo el día caminando, así que nuestros pies necesitaban, al final, un descansito. Por esto fuimos a Puerto Madero, una imitación (cutre para mí) del Maremagnum.
Después de los 'chaus' a los brasileños, los recién conocidos en el bonito hostal y después del 'bona nit' a Ivet y Beñat armé mi mochila para seguir, a las 7 de la mañana de hoy, mi ruta hacia Uruguay.
He viajado en barco desde Buenos Aires hasta Colonia. He paseado por la linda y encantadora ciudad durante todo el día, y después he ido en bus hasta Montevideo.
Colonia ha sido un pueblito- ciudad que me ha enamorado, por su silencio, su mar -que es el río de la Plata- y su onda. Allí he conocido un catalán de Premià de Mar que no tenía ya claras sus raíces, pero ha sido bonito compartir un ratito. Colonia es una ciudad que fue muy importante durante la colonización española, ya que se utilizaba de 'puente' para entrar no sólo al país, sino también a Paraguay, Bolivia e incluso Argentina. Por lo que parecía, Colonia mezcla lo típico de pueblo de mar, con barquitos y playitas hermosas, con el turismo que, sí o sí, llega a invadirla.

He entrado a Uruguay con los cuentos de Cortázar, Final del juego, y él ha llenado este viernes que resulta ser tan frío en la otra punta del mundo.

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