dijous, 14 de gener del 2010

Capítulo 9- "Y él los empujó. Y volaron"

Es obvio que a uno tienen que empujarlo para lanzarse al paradójico vacío que, casualmente, siempre acaba estando más lleno de lo que parece. Y es obvio, también, que quien empuja, el sujeto, no tiene porqué ser una persona. En mi caso, quien empuja es un sentimiento que nace generalmente en las rodillas - no sé el porqué- y sube hasta el corazón y el cerebro (¡vaya!).
Hoy ha sido un día muy bonito, muy tranquilo y muy lindo. La verdad es que no dudaba de que Salta me iba a gustar, ni de que sería genial juntarme con Andi, un chico inglés que conocimos en San Pedro de Atacama, en el desierto chileno. Él viaja por Latinoamérica desde diciembre y, por casualidad, también estudia en Santiago durante este año estupendo.
Hemos recorrido la Salta turística: la plaza 9 de julio, las callecitas del alrededor, hemos visitado el museo de arte de montaña (donde había dos cuerpos conservados perfectamente de dos miños incas encontrados en las montañas, ¡alucinante!) y hemos subido al cerro San Bernardo con un funicular de cuento.
Salta es la capital de la provincia del mismo nombre, y es una de las ciudades, como dicen, más lindas de Argentina. Posee una variedad de construcciones coloniales que tienen, como marco de fondo, la cordillera de los Andes (ya la extrañaba, sinceramente). La ciudad se fundó en 1582 a manos de los españoles - cómo no - y ellos construyeron el Cabildo, la iglesia mayor y el convento. Típico típico. Pero, por lo que me ha parecido, Salta-la-linda puede considerarse bella por la armonía que produce la combinación de estos edificios tradicionales con el entorno natural.
La verdad es que me interesa siempre mucho más el entorno que las construcciones, así que para mañana hemos planeado una salida a San Lorenzo, una población serrana con montañas y valles de una verde que, seguro, va a ser impresionante.
Además de todo esto, hoy me he dado cuenta de los deberes que tengo que cumplir antes de cambiar de país, y es que desde que estoy en Argentina todavía no he comido la carne (experiencia que algunos describen como "única"), no he tomado mate con la bombilla, ni he bebido una especie de vodka típico de aquí (no consigo acordarme del nombre...). De hecho, considero que todo lo que no he hecho describe perfectamente el estilo de viaje que estoy llevando a cabo. Quizás me estoy convirtiendo en la típica mochilera sana con horarios típicos también de tercera edad, o quizás es que todo sean etapas. Sea lo que sea, la verdad es que no me preocupa para nada la lista de lo no-realizado. Por el momento, no voy a seguir - ni a creerme- la conocida "uno no se arrepienta de lo hecho, sino de lo no hecho" y voy a seguir, cómo no, con mis capítulos que, hasta ahora, me han empujado tanto que han conseguido hacerme volar. ¡Waw!

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